Venimos la mar de contentos de andar por el mundo (eso si, costeando desde Cascais para evitar la nieve y, aún así... hubo de todo) y, ya antes de llegar a casa, Señor, Señor! "Empiezan los azotes en la casa de Caifás" o sea, empiezan las malas noticias, las reivindicaciones, las llamadas familiares indeseadas y ese no parar haciendo cosas todo el santo día, más bien para los demás que para uno mismo. Una: "Mamá, se ha caído el tejado encima del descansillo de la escalera". Otro: "Mamá, espeté con el coche y quedó, prácticamente, siniestro total". En ambos caso la pregunta siguiente fue: "Tú, estás bien?" SI! Pues estupendo, alegría por todo el cuerpo y que no decaiga. Pero la realidad es que no te da tiempo ni a llegar y ya estás dentro de la cruda realidad que había quedado hábilmente aparcada durante unos pocos días. Eso, la familia. Si coges el periódico lo menos que se puede agarrar es una pirrilera para no cabrearse en exceso por aquello de que no es sano para las arterias y una tiene que cuidar-se del stress... para que no se produzca. No os lo vais a creer pero aquí, en este preciso momento, se murió el disco duro, dejó de funcionar el ordenador y, cuando lo recuperé ya se me había olvidado lo que quería contaros, así que, otro día será que hoy va más cortito.
Consejo culinario:Para que no se oxiden las alcachofas mientras se pelan y preparan, no hace falta meterlas en agua con limón, es suficiente meterlas en agua con unas ramas de perejil. Así cogen menos sabor y quedan igual de blancas
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