domingo, 12 de abril de 2009

ORTIGAS

Es creencia popular que las ortigas pican cuando te rozas con ellas por el campo. Solemos evitarlas pero cuando, sin querer, te tocan, Ay!, “me ortigué” y te sale una roncha que tarda en quitarse más o menos, dependiendo de la sensibilidad de cada uno. A mi, me “abrasan”, así que las evito todo lo que puedo, en cambio a mi madre, no le hacían nada. Sin embargo, precisamente en primavera, las abuelas, que de eso sabían mucho, hacían sopas y licores con ortigas porque decían que depuraban la sangre y eran muy beneficiosas para la salud. Parece ser que también son muy beneficiosas para los que sufren un ataque de reúma o similar. Lo se porque entre las varias hermanas de mi padre (cinco nada menos y todas solteras!), una era maestra y se daba mucho “pisto”. Destinada en un pueblo de Asturias, se llevó a una de sus hermanas con ella, más buena que el pan, y que le hacía todo lo de casa (cocinar, lavar, limpiar, planchar…). Esta hermana, llevaba varios días quejándose del reúma, así que la maestra, lista y estudiada como era, le dijo que lo mejor para eso era darse unas friegas con ortigas; así que, provista de un buen guante, salió al camino, cogió un buen ramo de la susodicha planta y refregó bien refregada a la pobre hermana. Los gritos y maldiciones fueron de tal calibre que la maestra, aterrada, se metió en un cuarto y se cerró por dentro porque pensó que la otra la iba a matar. Y porque no la pilló que si no… a saber qué hubiera pasado y a estas horas tendría yo una tía que habría acabado en cualquier penal de la época. La cosa no pasó a mayores pero, en honor a la verdad, mi tía JAMÁS en su vida volvió a tener el menor ataque de reúma, lumbago, artrosis o cosa parecida. Y eso que murió con ochenta y tantos años. Quizá escarmentada de los picores que sufrió decidió que nunca más la iban a pillar con otra friega semejante. Un día, le conté esta anécdota a mi marido y me dijo: eso no es nada! Conocí a un señor que, cuando era joven, fue a un baile en un pueblo. De repente, tuvo ganas de hacer aquello que nadie puede hacer por ti y salió, se agachó al lado del río y, allí mismo, dejó su abono. Lo malo es que cogió unas hierbas para limpiarse y no se dio cuenta de que eran ortigas! Creo que los gritos se oyeron 50 kilómetros a la redonda!!! Y si al picor añadimos la vergüenza que debió sentir porque todo el mundo se enteró y se rió hasta cansar… como para que te den los siete males. Así que ya sabéis: ortigas sí pero con mucho cuidado y según para qué.

Consejo culinario: si un día te encuentras con que se te olvidó comprar el pan o se quedó algo duro, lo remojas con un poco de leche o agua (queda mejor con leche) sin que lo empape en exceso y lo metes unos 10 minutos en el horno caliente a 180 grados y verás que vuelve a quedar crujiente como recién hecho.

1 comentario:

Mario dijo...

Me ha gustado tu artículo, pero ¿por qué no sigues escribiendo? Hace cinco meses que no te asomas. Mario