domingo, 22 de febrero de 2009

A LA PORRA PILATES

Pues si. El viernes, me di de baja definitivamente. Mira que tenía yo perra con ir a pilates. Todo el mundo cantando las excelencias de semejante disciplina así que yo empeñada en empezar.Yo no digo que pilates sea malo, digo que a mi no me sentó bien. Por eso, antes de empezar una nueva disciplina, probad un día a ver si os convence. Y es que yo, todos los días, desde que abrió el balneario, preguntaba a las amables señoritas del mostrador de entrada: ¿Cuándo empiezan las clase de PILATES? "Enseguida. No se preocupe que la avisamos". Total que empezaron este mes y allá fui yo toda voluntariosa. Primer chasco: Menudo aburrimiento! nada más empezar nos dice la profe que la postura fetén de pilates es la que exhibe en todo momento Anita Obregón. O sea (o como decía siempre un compañero mío de carrera: "o sease"): hombros hacía atrás, espetera disparadora, ombligo tocando la columna vertebral y trasero respingón. Vaya fallo, pensé yo. Si saco el trasero hacia atrás, voy a a tener que poner intermitentes en el pantalón para doblar las esquinas y otro tanto en la espetera si me dedico a sacar pecho. Tocar la columna con el ombligo, imposible, me lo impide "mi precioso rollito primavera" (o asas del amor) alrededor de la cintura, y, además, echar los hombros hacia atrás, qué quiere que le diga, me lo impide la edad que ya no estoy para ir marcando el paso. Siguió la clase y empezamos a hacer aquellos ejercicios a cámara lenta. Yo pensaba: esto es como la gimnasia que hacía yo hace veinte años... Qué horror! (y eso que hice, tai-chi, tiro con arco, judo, yoga, gimnasia normal y corriente, poco tiempo, eso si; y con nada me aburrí). En una de estas, que nos mandó levantar las piernas en vertical y ponernos en plan ángulo recto, a una contertulia, o sea a una "compilates", se ve que del esfuerzo se le escapó un gas. No se quién fue pero a mi se me cayeron las piernas inmediatamente al suelo de la risa aunque lo disimulé con un enorme suspiro. Luego la profe sacó una especie de pelotas enormes tipo "la bola que mola" (os acordáis?) sólo que sin sus característicos cuernecillos y empezamos a hacer ejercicios con aquello. Acabó la clase y, adiós, hasta la próxima semana. Llegó el viernes siguiente y empezó a complicarnos los ejercicios: sacó una especie de medio esfera de goma con pinta de platillo volante y nos dijo que se llamaba "bossu" (mi marido, que es muy culto, enseguida me dijo que esa palabrita venía del francés y quería decir jorobado. Y tanto, pensé yo. Haciendo equilibrios en ella, casi me espeto en la cristalera). Como estamos en Asturias, la gente, en vez de bossu, lo llama "el cosu" que suena igual. Y las más atrevidas y optimistas lo llaman "el gozu". Inmenso error pues puedo asegurar que de eso nada. Lo único que te hace es sufrir porque todos los ejercicios, que de por si son la pera, se complican el triple encima de ese trasto porque tienes que guardar, además de toda la postura consabida, el equilibrio, mientras los haces. Además del bossu, aparecieron unos rulos azules muy aparentes y unas pelotitas rosa de aspecto inocente pero que dentro, las muy ladinas, escondían un peso, con lo cual parecía que estábamos castigadas en el colegio con los brazos en cruz y en vez de libros, con pelotitas. Aún así, y después de pasar un fin de semana con la espalada destrozada, el cuello mirando para Betanzos y el hueso sacro como un felpudo, yo, que no quería dar mi brazo a torcer, volví este viernes pasado a clase. Nunca lo hubiera hecho! para complicarnos más la historia, o sea: hombros atrás, espetera fuera, ombligo en la columna, trasero respingón, subida al puñetero bossu en equilibrio, pelotitas rosa en las manos, tuvimos que ponernos además una pelota azul, tamaño balón de fútbol, entre las rodillas y, de esa guisa, levantar sólo el tronco, sentadillas en el aire, doblar la cintura, levantar los brazos y bajarlos sin tocar el suelo con las pelotitas... qué se yo; y, además de todo eso, controlar la respiración: coger aire en el descanso y soltarlo, silbando, en el esfuerzo. Un lío porque para mi, era esfuerzo todo con lo cual no sabía cuando tocaba respirar y cuando tocaba soltar el aire. Bueno, al final, cuando acabó la clase con las "verticales" (como decía un sobrino de mi  marido cuando era pequeño) destrozadas, el sacro para tirar, el resto de vértebras descolocadas, y la respiración descontrolada, decidí que, servidora, que no ha venido a este mundo a sufrir más que lo justo, NO VOLVÍA A PILATES EN LA VIDA! Bajé a meterme en las piscinas de agua caliente y a darme chorros y, ni por esas, así que, de la que me iba del balneario, y aunque tuve que esperar un buen rato en recepción, me dí de baja "IN SAECULA SAECULORUM. AMEN" de semejante tortura. Menos mal que por la noche apareció mi hijo en casa, que es masajista  (muy bueno por cierto y conste que no es pasión de madre), y al verme en aquel estado de piltrafa se apiadó de mi y me dio un masaje que, por lo menos, me dejó dormir toda la noche. Así que no os dejéis embaucar por la propaganda y probad antes de apuntaros a algo, no vaya a ser que a vosotros, como a mi, no os siente bien.
Consejo culinario: Para variar un poco el aspecto del típico filete con patatas, en vez de estas últimas, probad a freir, con poco aceite y una pizca de mantequilla, unas manzanas en gajos. Hacedlo a fuego suave para que vayan caramelizándose un poco. En mi casa tienen mucho éxito

domingo, 15 de febrero de 2009

AL FIN LIBRE DE OTRA ATADURA

Lo bueno de cumplir años es que una se va librando de ataduras que lleva arrastrando toda la vida, "a lo fato", que diríamos por esta tierra. Y mira que tardé en darme cuenta! Siempre intentando agradar a todo el mundo hasta que te das cuenta de que eso es misión imposible. Ese día sientes un relax y una felicidad tal que te apetece tirar cohetes (a mi por lo menos). Así que como soy muy de cosas redondas, el día que hice 40 años me desperté por la mañana con una extraña y placentera sensación. No sé porqué pero, nada más abrir los ojos, me dije a mi misma: se acabó decir "si bwana" a todo el mundo. Y ahí comenzó mi campaña de entender que jamás podría gustarle a toda la humanidad. Es más, había parte de la humanidad a la que no quería gustarle yo y, de llegar a gustarle a esa parte de la humanidad, empezaría a preocuparme seriamente. La limpieza, como es obvio, empezó en mi propia casa, así que aquel primer marido que entonces tenía, como todavía estaba en garantía (eso si, a punto de caducar) lo devolví con su madre que era (y es) una santa. Seguí con los allegados y empecé a cantar las 40 cada dos por tres con la intención de que, ya que yo no me metía con nadie, dejaran de meterse conmigo, mi vida, mi aspecto, si llevaba el pelo largo o corto, pantalón o falda, si entraba o salía, cuándo y con quién, etc... porque, inevitablemente (seguro que tenéis a alguien cerca que ejerce de Pepito Grillo y no os deja vivir), hay una pequeña parte de mi familia que desde que nací sabe lo que me conviene (yo no, según ella, porque no hago nada a derechas), lo que debo hacer y lo que no. Es más, TODO lo hago fatal y, encima, me río y me divierto. ¡El colmo! ¿Cuándo se vio? Con lo seria que es la vida! Pues mira, yo no he venido aquí a sufrir, vine a aprender y cuando me vaya, quiero marchar con el diploma en la mano y, a poder ser, con nota alta. Y para eso no queda más remedio que tomárselo todo con dosis de humor aunque traten de pisarme los callos que, afortunadamente, no tengo. Diréis que escribo bobadas pero es que para escribir en serio hay mucha gente sesuda que sabe muy bien lo que se dice (o no?) y a estas horas que escribo yo me parece terrible repasar los horrores del día, política incluida, así que prefiero contaros las bobadas que se me ocurren (otro día os contaré como me liberé de la faja, también con la familia en contra, faltaría más!)
Consejo culinario: si quieres que el bizcocho te quede más esponjoso, añádele dos claras más (independientemente de los huevos que le pongas) y bátelas con el azúcar. No hace falta que las pongas a punto de nieve. Quedará más ligero.

miércoles, 4 de febrero de 2009

GIMNASIA NUEVA ERA

No se si ya os dije que muy cerca de mi casa han abierto un balneario. Aparte de las maravillosas piscinas de agua de mar caliente, incluso al aire libre (es mi preferida), está llena de gimnasios para hacer distintos deportes donde la gente se flagela que es un gusto. Pues ahí, entre otras cosas, hoy comenzó una clase de "kinesis" que nada tienen que ver con la kinesiología que practica una amiga mía que es una auténtica maestra en esa disciplina. Como soy un tanto osada, allí fui yo sin saber muy bien de qué se trataba. Eramos pocas (4 para ser exactos y, cosa curiosa, las otras tres y una monitora tenían el mismo nombre!) Todo mujeres y con un monitor y una monitora para nosotras solas. Parecía todo muy divertido. Se veían una especie de cuerdas con agarraderas, aparentemente inofensivas, unas enormes pelotas como de caucho y otras más pequeñitas  y alguna colchoneta con reposa-cabezas por aquí y por allá. Como era el primer día, lo primero que trataron de enseñarnos fue el tema de la respiración: inspiras en el descanso y echas aire en el esfuerzo. Pues ese ya fue para mi el primer obstáculo porque empiezo muy voluntariosa y no se cómo me arreglo que acabo respirando al revés. A la vez que respiras tienes que tirar de las inofensivas cuerdas con mango. Al principio, ya digo, parece divertido pero cuando sigues tirando y respirando, respirando y tirando y, además haciéndolo al revés como yo, empiezas a pensar que a santo de qué se te ha ocurrido apuntarte a semejante cosa (y eso que, al principio, me pusieron en lo más fácil) con lo bien que se está en casa, sentadina en el sillón orejero leyendo y oyendo música o viendo la tele. Empecé a consolarme pensando que, con un poco de suerte, me iba a mejorar el aspecto de los brazos y quizá dejara de parecer un murciélago cada vez que los extiendo (ya se sabe, el que no se consuela es porque no quiere). El siguiente aparato era más entretenido y me reconcilié con el mundo y la cuota que voy a tener que pagar (en vez de apuntarme a las actividades gratis! Me debe faltar un tornillo!)  pues la cuerda salía desde abajo y era más relajante. Pero a partir de ese punto entraron en juego las pelotas grandes que, con aquel aspecto inofensivo, resultaron ser un tanto diabólicas pues hay que sentarse encima de ellas, mantener el equilibrio y seguir tirando de las famosas cuerdas con soporte. A todas estas, en ese pequeño gimnasio que está sólo dedicado a la kinesis, hay toda una pared de espejo. Como no me corto a la hora de ponerme colorines, la que suscribe llevaba un pantalón de chandal color berenjena y una camiseta rosa. ¡Qué susto! No me reconocía! El rollito primavera que llevo clavado en la cintura, los molletes de la espalda, los pelos ligeramente desmandados, la doble tripa... Todo estaba allí! Así que, como de costumbre, pensé ¿quién será esa que me mira desde ahí con tanto interés? ¿Tendré monos en la cara? Constatar que soy yo la mirona nunca me resulta fácil. Menos mal que seguimos haciendo piruetas con el balón y las cuerdas y el último ejercicio me tuvo tan concentrada que me olvidé de todo lo que no fuera respirar (a esas alturas ya era más bien resoplar), mantener el equilibrio y coordinar los movimientos de brazos y piernas. Salí de allí que me temblaban las piernas, así que me fui a mi piscina favorita y casi tienen que venir a rescatarme pues no quería salir. A pesar de todo y mientras el cuerpo aguante, seguiré yendo a clase y si hago progresos, no me cuelgan tanto los pellejos y dejo de parecer un murciélago (en italiano es más divertido: pipistrello!) os lo contaré para que también os animéis.
Consejo culinario: Han empezado a aparecer fresas en el mercado, aunque están a peso de oro. Cuando las prepares para postre puedes hacerlo de la siguiente manera: lávalas con su rabito puesto. Luego se lo quitas y las partes a la mitad o en cuartos si son muy grandes. Añádeles azúcar moreno de caña y una cucharadita de vinagre de Módena. Revuélvelas bien y ponlas un rato en la nevera. Antes de servir, revuélvelas otra vez. Si te sobran, ponlas al fuego a cocer y fabrica una exquisita mermelada haciédolas hervir tres veces y dejándolas enfriar entre hervor y hervor. Guárdalas hirviendo en un frasco y déjalas enfriar boca abajo para que ellos solos se hagan el vacío.