domingo, 9 de septiembre de 2012

VIVIR EN EL OSCILO

Al fin, de vacaciones! Estamos en Alsacia, y aunque hoy seguimos viaje, ayer, cuando llegamos al hotel, casi me escorromoño de risa al ver la habitación. Guapísima, eso si, pero la plaza de garaje, delante de la puerta de la propia habitación! Es como vivir en la calle. Pero bueno, no era eso lo que os quería contar sino que, a los dos lados de la puerta había dos pequeñas ventanas que sólo se abrían en "oscilo" (si, eso tan moderno que deja la venta "abierta si pero no; quiero y no puedo; por aquí no se cuela mas que el aire... Etc". Inmediatamente pensé que era el sitio idóneo para traer a nuestro gatos. Si, porque tenemos dos: la gata, es expresiva, astuta, rápida, arisca y se parece a "miss Danvers", el ama de llaves de Rebeca. No lo puede remediar pero parece que está enamorada de mi. Muerde y pega con el puño cerrado estilo Ruiz Mateos (que te pego, leche!) y perdió los cuatro colmillos mordiendo a mi marido cada vez que osaba y osa acercarse en exceso a mi (su especialidad es el dedo gordo de cualquiera de los pies "del mi hombre", como se dice en "playo", o sea, puro Cimavilla o Gijón de toda la vida). Es tal su "amor" que hay días que despierto con una pata suya encima de mi cabeza a modo de diadema, así que tal parece que soy "su gato". Tiene nombre de cantante de ópera porque cuando la llamo, gorjea y nos hizo tanta gracia desde el principio que así la bautizamos. En cambio, el gato que llegó más tarde y tiene absoluta conciencia de segundón, es tosco, tontón, fozón y patoso. Mimoso como el solo, eso si, tanto que, como no hace mas que pedir mimos y llamar la atención, lo llamamos el "gato-perro". Todo esto viene a cuento de que a mi siempre me gustó abrir las ventanas de par en par y ventilar a conciencia mi casa pero desde que tengo gatos en común con mi marido, mi vida a cambiado de manera radical y vivo permanentemente en el "oscilo". Se acabó abrir las ventanas de par en par tanto de día como de noche. Incluso para ver los fuegos, el día de los ídem, a pesar de que el ruido de los voladores hace huir a los gatos al rincón más alejado de la casa, tenemos que estar en permanente vigilancia por si a los mininos se les ocurre la genial idea de venir a asomarse en ese momento y por perseguir a alguna gaviota despistada o alguna paloma insistente y, en ese trance, se despeñan por el balcón abajo. Y yo, que tuve perra y gata (adoro los perros y a mi perra la voy a echar de menos hasta que me muera) y mi gata siempre se paseó tan tranquila por el alféizar de la ventana que le vino en gana (bueno, un día llegué de la calle y estaba tan contenta tomando el sol encima de una colcha que estaba tendida secando en el tendal de nuestro 5° piso, tan feliz), no lo puedo entender pero ante el temor reverencial del "jefe" a que uno de nuestros gatos sufra un percance no me quiero arriesgar y prefiero vivir medio aireada que sin un gato menos por mi culpa (creo que no me lo perdonaría en la vida!!!! Y, la verdad, ya puestos, yo tampoco. Menudo cargo de conciencia!).
CONSEJO CULINARIO: Para los que os gusta el queso y, en este caso, la Torta del Casar (lo podéis hacer con otro queso cremoso aunque no es igual pero si parecido). Compráis un "panchonín" donde quepa la Torta. Le cortáis el sombrerete  y sacáis la miga. Se mete la Torta en el hueco o el queso cremoso que tengáis y lo metéis en el microondas el tiempo suficiente para que se ponga untuoso (a mi me gusta poner el microondas a media potencia y voy probando. Empiezo por un minuto y voy subiendo el tiempo que necesito porque no siempre se derrite igual). Se puede acompañar de una mermelada de tomate o trocitos de tomates secos con un poco de aceite y albahaca u orégano y, por supuesto, de los trozos de pan que le sacásteis al "panchonín". Como veis más que un consejo culinario es una receta pero hoy salió así.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Como dicen unas que conozco ESTO ES DE "ALOQUECER"!

Pues nada! Que vas por la calle y empiezas a ver un señor con buena pinta, de traje y corbata por más señas, que va hablando solo y piensas: debe ser la luna. En cuanto llegue a casa consulto con la estación esa maravillosa que me regalaron mis hijos que te dice cuando es de noche o de día, si llueve o hace sol, la temperatura de la calle y la de casa, la humedad relativa del aire y las fases de la luna, amén de la hora, y ya puesta, confirmo que estamos como cabras. Sigo andando a mi aire y me cruzo con un chico joven (mozalbete diría yo) enseñando media nalga, pantalón caído de cuadros, deportivas sin cordones o a medio abrochar, visera "p'atrás" y también va hablando solo y, además, a gritos. Ay!, Señor! a que me encuentro a todos los "llocos" del pueblo yo solita? Si va a tener razón mi marido que donde estoy yo, pasan "cosas". Llego a casa, miro la "estación" y no. Resulta que la luna está en cuarto menguante y nunca supe yo que esa fase fuera peligrosa. Siempre oí decir que lo malo era la luna llena (estará discriminada por gorda? A saber! Con la fobia que hay al michelín que es tan amoroso!) pero del cuarto menguante nunca oí nada malo. Es más, se recomienda ir a depilarse y a cortarse el pelo con esta luna porque dicen que se retrasa el crecimiento. En cambio, si quieres que te crezca rápido, tienes que cortártelo en luna creciente (de nada por el consejo. Es gratis. Y por probar, no pierdes nada. Y creo que lo mismo pasa con las uñas!) Bueno, a lo que iba: salgo por la tarde a un recado y en estas que veo a una señora estupenda, alta, rubia, elegante y con pinta de llevar varios cientos de euros (si no más) encima en forma de ropa y complementos y mira tú por donde también va hablando sola. Ay! No, niñina (me digo a mi misma) esto ya es demasiado! No voy a encontrarme en el mismo día tantos con idéntica patología!. Así que me fijo un poco más y me doy cuenta de que lleva unos auriculares monísimos y pequeñísimos y unos finísimos cables que le llegan al bolso ese que parece caro (yo siempre uso mochila por aquello de salvaguardar mis vértebras que ya están un poco maltrechas y como tengo tendencia a llevar de todo en ella y que pese más que un mal matrimonio, no puedo usar bolso, ni de bandolera, porque siempre iba escorada de babor por el peso pues de pequeña me inculcaron que mujer prevenida vale por dos y no dejo en casa ni el paraguas plegable, aunque la previsión del tiempo asegure un día radiante ni el abanico que  no sabe una si va a tener que abanicar a alguien, como en Londres que abaniqué al beefeater de la torre de ídem y nos dejó pasar una y otra vez a ver los "joyones" de su graciosa majestad que allí se exhiben a cambio de darle aire con mi abanico cada vez que pasaba por delante de él). Pues va a ser que no estamos especialmente locos sino que se ha puesto de moda hablar por el móvil en plan "manos libres" y ahora parecemos, bueno, parecen, porque a mi hasta me da vergüenza ir hablando por la calle con el móvil en la oreja, escapados de un psiquiátrico. Y está tan de moda que ahora, me doy cuenta que hay mucha gente que va por la calle en ese plan y no sólo los muy jóvenes. Hay de todo. Pero me sigue dando un "no se qué" porque ya no se distingue muy bien los que realmente van tratando sus negocios mientras mantienen sus graciosos andares y su mirada al frente, de los que están como cabras, aunque no se meten con nadie, pero le cuentan sus cosa al aire o a un interlocutor invisible para los demás. Aunque ahora que lo pienso, eso de hablar solos, al aire o al interlocutor invisible no será la mayoría de las veces pura soledad?
CONSEJO CULINARIO: cualquier paté queda más "jugoso" si lo mezclas con mantequilla. La proporción siempre es mitad de mantequilla que de paté. Luego, si los sándwichs que fabriques con esa crema no se van a comer sobre la marcha, no te olvides de hacer lo que hacían la abuelas: a la nevera envueltos en un paño húmedo y aguantarán tiernos hasta que los acabes.

viernes, 12 de junio de 2009

SACRAMENTOS VARIOS

Ya se que hace tiempo que no escribo pero, en mi descargo, tengo que decir que mi nieto, me tiene muy entretenida y todo no se puede hacer. El caso es que, últimamente, ando, de verdad, ojiplática total: entre que las niñas de 16 años pueden abortar sin que lo sepan sus papás (eso si, papá y mamá a pagar y a hacerse cargo de todo lo que la nena precise, clases de ballet incluidas, y cuidadito con preguntar que igual te multan); que las embarazadas portan dentro (y las que lo estuvimos, por lo tanto, portamos en algún  momento de nuestros embarazos) algo vivo pero no humano (por cierto, me mata la curiosidad: ¿qué será?. Y, de paso, me rompe todos los esquemas. Quiero que la Ministra me lo aclare. Y si ella no puede, la Vicepresidente que creo que es muy lista y no le pilló la LOGSE, así que algo más sabrá. Seguro); que el Ministerio de Igualdad con su ministra a la cabeza, pretende igualarnos pero no se por dónde ya que yo no quiero ser como los hombres ni comportarme como ellos, ni quiero ser “miembra” de nada porque no me gusta y suena fatal y estoy encantada de ser mujer y VIVA LA DIFERENCIA!; y que los últimos acontecimientos nos han dejado un “bautizo civil”, no me extraña que sufra de ojos rojos y me pase la vida lagrimeando. Creí que era la alergia pero… a que no?. A que va a ser todo eso que estoy enumerando?. Pues esa manía de la gente de convertir en “civiles” todos los sacramentos de la Santa Madre Iglesia, como que me mosquea. Porque digo yo ¿no será que les gustan los ritos y la bambolla más que a un tonto una tiza? Tanto criticar los palios (la gente joven ya ni sabe lo que es), las vestiduras, los ritos, el aburrimiento de las misas, etc… y resulta que ahora hacen lo mismo, sin pasar por las iglesias y añadiéndole lo de civil. Menuda incongruencia. No tienes más que acercarte al Juzgado o al Ayuntamiento en días de Bodas civiles y te las encuentras (a las novias sobre todo, claro) con velo y demás y hasta con las nenas que portan algo parecido a las arras y visten unos modelos que, en la tienda donde lo compraron, seguro que cerraron nada más vendérselo y fueron a celebrarlo a la cafetería de al lado metiéndose entre pecho y espalda un buen chocolate con churros, doble, por supuesto. O sea, que se empezó por las bodas, se sigue por el Bautizo civil y, a continuación, vendrá la Confirmación civil para asegurarnos que la criatura quiere seguir perteneciendo a la especie humana en vez de querer irse con ET, pongo por caso. Luego, claro, llega el espinoso sacramento de la Eucaristía, vulgo, Comunión civil: dejo a vuestra fértil imaginación (y a los que me conocéis bien) cómo puede ser una comunión civil: yo les daría dos “crucigrameros puertos de Roma” y, hala! A celebrarlo con la familia y los amigos en una comida, bugre incluido. El siguiente sacramento con el que tropezamos es la Confesión, pero mira por donde, va a ser más difícil que una civil, sea voluntaria. Va a ser que no. Va a ser que sólo se va a producir cuando un juez llame a declarar por los desmanes que se ven día si, día también. Vamos que no creo que empecemos todos en masa a auto-acusarnos de bajar música y películas desde la red y pedir, fervorosamente, que nos pongan una multa como penitencia. Tampoco me imagino yo a la mayoría del personal haciendo cola en Hacienda para rectificar la Declaración de la renta al grito de “mea culpa, culpa mea, quiero pagar lo que no declaré, ÉÁ!. Para el Orden Sacerdotal, ya me parece más fácil encontrar candidatos: hay tanto fantasmón suelto! Ahí caben los que se pirrian por casar, celebrar bautizos civiles, aparecer en todo tipo de manifestaciones y ceremonias, etc… Y aunque no lleven sotana, porque ya ni los curas de verdad la llevan, si se puede decir que visten de una manera que podíamos llamar uniformada, así que se les distingue también a la primera de cambio, igual que se distingue perfectamente a todos los empleados de banca, o sea, bancarios (que no banqueros que es cosa muy diferente). En cuanto a la Unción de los Enfermos, conocida antiguamente como Extremaunción, no se qué cara pondrán los que la pidan civil cuando vengan a leerles un párrafo de la Constitución y les adviertan que, dado su estado de salud, vienen a despedirle con un cóctel de fármacos y que la ciudadanía les está muy agradecida por su consideración al dejar de gastar una pensión que pagamos entre todos, porque van a dejar sitio a otros y porque el gasto hospitalario se está disparando con su estancia a cargo de la Seguridad Social, aconsejándoles, de paso, que si hacen testamento, aprovechen para dejar al Estado el tercio de libre disposición que ya el gobierno sabrá como distribuir lo que toque, equitativamente (ejem, ejem). Y, a todo esto, Berlusconi de campo y playa. Bueno no quiero acabar sin contaros algo que presencié hace muchos años en un pueblo de Asturias (cuyo nombre no voy a citar). Se celebraban las primeras comuniones en la parroquia. Entre las niñas había una hija de un electricista. Nada más comulgar, el padre, desde el banco, con un mando a distancia, le encendió la corona que la nena llevaba en la cabeza y que, hasta ese momento, yo, y me imagino que la mayoría de la gente, no nos habíamos dado cuenta que estaba llena de mini-bombillas. Casi me da algo! Lo malo es que lo primero que pensé fue: y el día que la nena se case (por la Iglesia o por lo Civil, da igual) ¿dónde le va a poner la luminaria?.

Consejo culinario: Si quieres hacer una salsa con cebolla caramelizada y no tienes tiempo, pochas la cebolla en aceite (se puede añadir algo de mantequilla) Una vez pochada, se le añade caramelo líquido (se puede comprar ya hecho y es más rápido y se mancha menos la cocina) sal y pimienta; se le da un hervor y… Listo! Es que si le pones azúcar o caramelo desde el principio, se requema

domingo, 12 de abril de 2009

ORTIGAS

Es creencia popular que las ortigas pican cuando te rozas con ellas por el campo. Solemos evitarlas pero cuando, sin querer, te tocan, Ay!, “me ortigué” y te sale una roncha que tarda en quitarse más o menos, dependiendo de la sensibilidad de cada uno. A mi, me “abrasan”, así que las evito todo lo que puedo, en cambio a mi madre, no le hacían nada. Sin embargo, precisamente en primavera, las abuelas, que de eso sabían mucho, hacían sopas y licores con ortigas porque decían que depuraban la sangre y eran muy beneficiosas para la salud. Parece ser que también son muy beneficiosas para los que sufren un ataque de reúma o similar. Lo se porque entre las varias hermanas de mi padre (cinco nada menos y todas solteras!), una era maestra y se daba mucho “pisto”. Destinada en un pueblo de Asturias, se llevó a una de sus hermanas con ella, más buena que el pan, y que le hacía todo lo de casa (cocinar, lavar, limpiar, planchar…). Esta hermana, llevaba varios días quejándose del reúma, así que la maestra, lista y estudiada como era, le dijo que lo mejor para eso era darse unas friegas con ortigas; así que, provista de un buen guante, salió al camino, cogió un buen ramo de la susodicha planta y refregó bien refregada a la pobre hermana. Los gritos y maldiciones fueron de tal calibre que la maestra, aterrada, se metió en un cuarto y se cerró por dentro porque pensó que la otra la iba a matar. Y porque no la pilló que si no… a saber qué hubiera pasado y a estas horas tendría yo una tía que habría acabado en cualquier penal de la época. La cosa no pasó a mayores pero, en honor a la verdad, mi tía JAMÁS en su vida volvió a tener el menor ataque de reúma, lumbago, artrosis o cosa parecida. Y eso que murió con ochenta y tantos años. Quizá escarmentada de los picores que sufrió decidió que nunca más la iban a pillar con otra friega semejante. Un día, le conté esta anécdota a mi marido y me dijo: eso no es nada! Conocí a un señor que, cuando era joven, fue a un baile en un pueblo. De repente, tuvo ganas de hacer aquello que nadie puede hacer por ti y salió, se agachó al lado del río y, allí mismo, dejó su abono. Lo malo es que cogió unas hierbas para limpiarse y no se dio cuenta de que eran ortigas! Creo que los gritos se oyeron 50 kilómetros a la redonda!!! Y si al picor añadimos la vergüenza que debió sentir porque todo el mundo se enteró y se rió hasta cansar… como para que te den los siete males. Así que ya sabéis: ortigas sí pero con mucho cuidado y según para qué.

Consejo culinario: si un día te encuentras con que se te olvidó comprar el pan o se quedó algo duro, lo remojas con un poco de leche o agua (queda mejor con leche) sin que lo empape en exceso y lo metes unos 10 minutos en el horno caliente a 180 grados y verás que vuelve a quedar crujiente como recién hecho.

sábado, 4 de abril de 2009

TODOS AL GIMNASIO

Realmente ir a un gimnasio da para mucho. Sobre todo si vas a pasarlo lo mejor posible y de paso, intentas que no se te desmande del todo el rollito primavera. Suelo ir tres veces por semana, más que nada para que la artrosis incipiente no acabe conmigo antes de tiempo, y, la mayor diversión, la tengo cuando hago bicicleta. Son 30 minutos pedaleando sin pensar en nada y viendo el espectáculo. Allí hay gente “pa tóo”: Los hay llenos de tatuajes que, lógicamente, tienen que llevar ropa pequeña, o sea, pantalón corto y camiseta de tirantes, porque si no, no se les ven. Los hay que se pasean entre los aparatos como buscando algo pero, en realidad, sólo buscan exhibir su musculatura ganada a golpe de pesas (supongo) y hacen todo tipo de “monerías” para que todos se fijen en ellos: dan saltos, respiran fuerte, hacen movimientos convulsos y no paran. Los hay que hacen unos ejercicios, para mi inverosímiles, porque casi se mantienen en el aire haciendo contorsiones de cintura, por delante, por detrás, por la derecha y por la izquierda. Y eso que en esa sala no se hace más que gimnasia con aparatos porque si veo a alguien saltando a la comba, seguro que me troncho. La mayoría lleva un botellín de agua (los hay que la llevan de litro y medio pero son los menos) y dan unos lingotazos cada cinco minutos que parece que están de botellón, eso si, abstemio. Otros, más preparados y que deben pasar allí las horas muertas porque cuando llego ya están (por cierto rojos como cangrejos y empapados de sudor) y cuando me voy para casa, después de pasar por las piscinas de chorros y demás aguas relajantes, me los encuentro que todavía vienen del gimnasio, suelen llevar bebidas “isotónicas” o botellas grises opacas que a saber qué contienen. Dependiendo a la hora que vaya me encuentro una u otra gente y, es curioso: aunque también hay mujeres que van presumiendo de “palmito” (palabra ridícula cuando se refiere al “tipo” o “cuerpo” de una persona y estupenda cuando se refiere a los que proceden de unas determinadas palmeras y se toman en ensalada o solos y están la mar de buenos) tengo comprobado que, en estos sitios, presumen mucho más los hombres; se juntan tres o cuatro alrededor de una determinada máquina y se van turnando a ver quien es el que pone más resistencia al aparato, o sea, el más forzudo. El otro día creí que a uno se le salían los ojos de las órbitas, del esfuerzo. No quiero pensar lo que pasaría si alguno hubiera comido fabada o, simplemente, unas lentejas estofadas (a no ser que les haya puesto alcaravea y un poco de picante para facilitar la digestión, mira tú!). Pues lo dicho, todos al gimnasio que puede ser una fuente de sano entretenimiento y, además, puede que reduzcas el denostado michelín.

Consejo culinario: Ya que hablamos de palmitos, comerlos es muy sano. Facilita la digestión. Tiene proteínas, fibra, calcio vitaminas A y C, y pocas calorías. Se extrae de la parte más tierna de la palmera, concretamente de la base de las hojas sin abrir. Si le añades manzana y nuez y el aliño que te apetezca, están requetebuenos.

 

lunes, 23 de marzo de 2009

MAGIA

No se porqué, siempre he creído en la magia. Vamos, desde que tengo uso de razón (ya se que los que me conocen dirán que lo de “mi uso de razón” es difícil pero se supone que tengo), o, mejor dicho, desde que tengo memoria. Según pasan los años, en vez de pensar que la magia dejó de existir hace tiempo, cada vez está más presente en mi vida. Por supuesto que no me refiero a la que pueda realizar David Copperfield y compañía, sino a todos esos sucesos de la vida cotidiana, y no tan cotidiana, que parecen salirse de lo normal y siempre por el lado bueno (lo siento, mi tostada, caso de caerse, siempre lo hace por el lado que NO tiene untada la mantequilla y la mermelada).  Hay personas mágicas, como hay ciudades o lugares mágicos. Y creo que no sólo mi vida, sino la de cualquiera, a poco que mire, está llena de sucesos mágicos porque eso significa para mi, por ejemplo, conocer en un momento determinado a una determinada persona en una determinada circunstancia; el clima que se crea cuando vamos, aunque sea en una excursión de un día, mi marido y yo en el coche (si llueve, la sensación es aún mejor); o el que se crea en algunas conversaciones especiales que he tenido con mis hijos; la sensación que me producen algunos lugares cuando entro  en ellos la primera vez y que, a veces, se reproduce cuando vuelvo; loa atardeceres del otoño y el invierno en tonos pastel o el vibrante rojo de los del verano. Eso y muchas cosas más han creado a mi alrededor burbujas de momentos mágicos y, en definitiva, de magia. Sin embargo hoy os quería contar otra historia: Hace años, cuando viajaba sola, fui a Praga en mis días de vacaciones. Me paseé por toda la ciudad y, por supuesto, atravesé en las dos direcciones el famoso “Puente de Carlos” por lo menos un par de veces. A la semana siguiente, de vuelta a casa, me encontré con una persona conocida que me preguntó si había estado en Praga porque me había visto en el Puente de Carlos. Qué raro! Yo no te vi!, le dije. Ah! Pues fue tal día a tal hora. Imposible, dije yo, porque me fui, exactamente, DOS DÍAS ANTES. Pues juraría que eras tu ¿no llevabas un pantalón de flores y una blusa roja? Pues si que tengo esa ropa y la llevé de viaje y me la puse en Praga pero te aseguro que ese día estaba de vuelta en Gijón. Se que ella no mintió (no tenía motivo), y puedo asegurar que yo tampoco miento. Cada uno que saque la conclusión que quiera.

Ah! No me puedo resistir y os voy a contar el detalle golfo del día: A mi marido, esta mañana, se le cayeron las gafas en el tazón del café con leche del desayuno. Y en esta casa, como la culpa no es soltera sino que va de mi mano, según él esas cosas sólo le pasan cuando está conmigo. Mucho se debió aburrir antes de conocerme!!!!

Consejo culinario: Va de remedio casero. Si quieres pasar un invierno-otoño-primavera sin catarros, lo mejor es que te tomes los nueve primeros días de cada mes una infusión de tomillo, por la mañana, a poder ser en ayunas. Si lo endulzas con miel, mejor que mejor.

jueves, 19 de marzo de 2009

A LEER QUE ES MUY ILUSTRATIVO

Hoy fuimos a la presentación de un libro. Fue original y divertido porque son relatos cortos escritos por diez personas jóvenes. Ahora, falta saber si el contenido nos va a gustar tanto como la presentación aunque esperamos que sea así porque pinta de ello tiene. El caso es que, la mayoría de las veces, nos fiamos o no de la gente, según esa cosa llamada primera impresión. Además de eso, cuando voy por la calle o asisto a un espectáculo o veo a la gente pasear por la orilla del mar cuando levanto la vista del libro que estoy leyendo, me encanta imaginar cómo será su vida, sus circunstancias, a qué se dedican, si viven solos, acompañados o en la espantosa "soledad en compañía". De ahí, pueden nacer mil y una historias que a mi me fascinan, como me fascinaban las que me contaba mi madre de aquella Habana que ella disfrutó en su infancia, adolescencia y juventud, hasta que se vino a vivir a España "pa los restos". Como me fascinaron las historias de Emilio Salgari con aquello tan sugerente del Mar de Mármara, el Cuerno de Oro (que siempre imaginé refulgente al atardecer), Estambul, Topkapi, Santa Sofía, aquellos harenes que yo "veía" llenos de pebeteros que dejaban el aire aromatizado de incienso o aquellos aceites que seguro se untaban... Como decía mi padre, puro "sapotismo", palabra inventada por él, por supuesto, pero que a mi me daba una idea de lo que debía ser aquel placer de ¡ay! abandonarse al "dolce far niente" (cosa que me encantaría vivir últimamente pero que no se me logra ni por apuesta). Bueno, todo esto viene a cuento (o no, pero salió así) de lo que me pude reír ayer cuando mi marido llegó de bañarse en la piscina. Me contó que, cuando volvió al vestuario después de nadar, había un señor al que le dio las buenas tardes. NO obtuvo respuesta y, a pesar de no llevar las gafas puestas, le pareció un ser antipático y mal encarado. Más tarde llegó más gente que también saludó al entrar y el "antipático, ni se dignó a contestar, por supuesto. Cuando ya estaba a punto de marcharse, vio que el antipático tenía un libro a su lado y de una ojeada leyó el título (en realidad le pudo la curiosidad y se puso las gafas corriendo para verlo). La sorpresa fue mayúscula y no soltó la carcajada allí mismo de puro milagro (yo sí que lo hice cuando me lo contó en casa). El libro se llamaba nada menos que "Cómo ganar amigos e influir en las personas" de Dale Carnegie. Lo que faltaba! Pues no se cómo lo va a conseguir si ni siquiera contesta a los saludos. En fin... eso pasa también con gente que te cruzas al entrar o salir del portal o del ascensor. En general, como no quieren saludar, como digo yo, "humillan" (miran para el suelo con ahínco) y pasan de largo. Y ya el colmo sucede al subir en el ascensor con un vecino de pocas palabras que sólo sabe carraspear hasta que llegas (tú o él) a su piso. No es la primera vez que ofrezco una "juanola" para ver si se le pasa pero como suele ser puro teatro para hacer como que no te ven... Y mira que es difícil no verme a mi! ¡Qué mundo este...! Viva la contradicción. Aunque digo yo... y si era sordo el buen señor "antipático" y todo esto es un infundio? Sea como sea a mi, la situación, me hizo gracia.
Consejo culinario: Estáis hartos de freír y poner la cocina llena de grasa? Pues poneros a utilizar el horno: fuente refractaria (o de silicona) filetes de ternera, de pollo o chuletas de cerdo que podéis acompañar de tomates, manzana cortada en gajos, pimientos.... sal, pimienta y un poco de buen aceite de oliva por encima de todo ello. Si ponéis el horno fuerte, prácticamente se hace mientras ponéis la mesa y coméis el primer plato.