miércoles, 4 de febrero de 2009

GIMNASIA NUEVA ERA

No se si ya os dije que muy cerca de mi casa han abierto un balneario. Aparte de las maravillosas piscinas de agua de mar caliente, incluso al aire libre (es mi preferida), está llena de gimnasios para hacer distintos deportes donde la gente se flagela que es un gusto. Pues ahí, entre otras cosas, hoy comenzó una clase de "kinesis" que nada tienen que ver con la kinesiología que practica una amiga mía que es una auténtica maestra en esa disciplina. Como soy un tanto osada, allí fui yo sin saber muy bien de qué se trataba. Eramos pocas (4 para ser exactos y, cosa curiosa, las otras tres y una monitora tenían el mismo nombre!) Todo mujeres y con un monitor y una monitora para nosotras solas. Parecía todo muy divertido. Se veían una especie de cuerdas con agarraderas, aparentemente inofensivas, unas enormes pelotas como de caucho y otras más pequeñitas  y alguna colchoneta con reposa-cabezas por aquí y por allá. Como era el primer día, lo primero que trataron de enseñarnos fue el tema de la respiración: inspiras en el descanso y echas aire en el esfuerzo. Pues ese ya fue para mi el primer obstáculo porque empiezo muy voluntariosa y no se cómo me arreglo que acabo respirando al revés. A la vez que respiras tienes que tirar de las inofensivas cuerdas con mango. Al principio, ya digo, parece divertido pero cuando sigues tirando y respirando, respirando y tirando y, además haciéndolo al revés como yo, empiezas a pensar que a santo de qué se te ha ocurrido apuntarte a semejante cosa (y eso que, al principio, me pusieron en lo más fácil) con lo bien que se está en casa, sentadina en el sillón orejero leyendo y oyendo música o viendo la tele. Empecé a consolarme pensando que, con un poco de suerte, me iba a mejorar el aspecto de los brazos y quizá dejara de parecer un murciélago cada vez que los extiendo (ya se sabe, el que no se consuela es porque no quiere). El siguiente aparato era más entretenido y me reconcilié con el mundo y la cuota que voy a tener que pagar (en vez de apuntarme a las actividades gratis! Me debe faltar un tornillo!)  pues la cuerda salía desde abajo y era más relajante. Pero a partir de ese punto entraron en juego las pelotas grandes que, con aquel aspecto inofensivo, resultaron ser un tanto diabólicas pues hay que sentarse encima de ellas, mantener el equilibrio y seguir tirando de las famosas cuerdas con soporte. A todas estas, en ese pequeño gimnasio que está sólo dedicado a la kinesis, hay toda una pared de espejo. Como no me corto a la hora de ponerme colorines, la que suscribe llevaba un pantalón de chandal color berenjena y una camiseta rosa. ¡Qué susto! No me reconocía! El rollito primavera que llevo clavado en la cintura, los molletes de la espalda, los pelos ligeramente desmandados, la doble tripa... Todo estaba allí! Así que, como de costumbre, pensé ¿quién será esa que me mira desde ahí con tanto interés? ¿Tendré monos en la cara? Constatar que soy yo la mirona nunca me resulta fácil. Menos mal que seguimos haciendo piruetas con el balón y las cuerdas y el último ejercicio me tuvo tan concentrada que me olvidé de todo lo que no fuera respirar (a esas alturas ya era más bien resoplar), mantener el equilibrio y coordinar los movimientos de brazos y piernas. Salí de allí que me temblaban las piernas, así que me fui a mi piscina favorita y casi tienen que venir a rescatarme pues no quería salir. A pesar de todo y mientras el cuerpo aguante, seguiré yendo a clase y si hago progresos, no me cuelgan tanto los pellejos y dejo de parecer un murciélago (en italiano es más divertido: pipistrello!) os lo contaré para que también os animéis.
Consejo culinario: Han empezado a aparecer fresas en el mercado, aunque están a peso de oro. Cuando las prepares para postre puedes hacerlo de la siguiente manera: lávalas con su rabito puesto. Luego se lo quitas y las partes a la mitad o en cuartos si son muy grandes. Añádeles azúcar moreno de caña y una cucharadita de vinagre de Módena. Revuélvelas bien y ponlas un rato en la nevera. Antes de servir, revuélvelas otra vez. Si te sobran, ponlas al fuego a cocer y fabrica una exquisita mermelada haciédolas hervir tres veces y dejándolas enfriar entre hervor y hervor. Guárdalas hirviendo en un frasco y déjalas enfriar boca abajo para que ellos solos se hagan el vacío.  

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