jueves, 19 de marzo de 2009

A LEER QUE ES MUY ILUSTRATIVO

Hoy fuimos a la presentación de un libro. Fue original y divertido porque son relatos cortos escritos por diez personas jóvenes. Ahora, falta saber si el contenido nos va a gustar tanto como la presentación aunque esperamos que sea así porque pinta de ello tiene. El caso es que, la mayoría de las veces, nos fiamos o no de la gente, según esa cosa llamada primera impresión. Además de eso, cuando voy por la calle o asisto a un espectáculo o veo a la gente pasear por la orilla del mar cuando levanto la vista del libro que estoy leyendo, me encanta imaginar cómo será su vida, sus circunstancias, a qué se dedican, si viven solos, acompañados o en la espantosa "soledad en compañía". De ahí, pueden nacer mil y una historias que a mi me fascinan, como me fascinaban las que me contaba mi madre de aquella Habana que ella disfrutó en su infancia, adolescencia y juventud, hasta que se vino a vivir a España "pa los restos". Como me fascinaron las historias de Emilio Salgari con aquello tan sugerente del Mar de Mármara, el Cuerno de Oro (que siempre imaginé refulgente al atardecer), Estambul, Topkapi, Santa Sofía, aquellos harenes que yo "veía" llenos de pebeteros que dejaban el aire aromatizado de incienso o aquellos aceites que seguro se untaban... Como decía mi padre, puro "sapotismo", palabra inventada por él, por supuesto, pero que a mi me daba una idea de lo que debía ser aquel placer de ¡ay! abandonarse al "dolce far niente" (cosa que me encantaría vivir últimamente pero que no se me logra ni por apuesta). Bueno, todo esto viene a cuento (o no, pero salió así) de lo que me pude reír ayer cuando mi marido llegó de bañarse en la piscina. Me contó que, cuando volvió al vestuario después de nadar, había un señor al que le dio las buenas tardes. NO obtuvo respuesta y, a pesar de no llevar las gafas puestas, le pareció un ser antipático y mal encarado. Más tarde llegó más gente que también saludó al entrar y el "antipático, ni se dignó a contestar, por supuesto. Cuando ya estaba a punto de marcharse, vio que el antipático tenía un libro a su lado y de una ojeada leyó el título (en realidad le pudo la curiosidad y se puso las gafas corriendo para verlo). La sorpresa fue mayúscula y no soltó la carcajada allí mismo de puro milagro (yo sí que lo hice cuando me lo contó en casa). El libro se llamaba nada menos que "Cómo ganar amigos e influir en las personas" de Dale Carnegie. Lo que faltaba! Pues no se cómo lo va a conseguir si ni siquiera contesta a los saludos. En fin... eso pasa también con gente que te cruzas al entrar o salir del portal o del ascensor. En general, como no quieren saludar, como digo yo, "humillan" (miran para el suelo con ahínco) y pasan de largo. Y ya el colmo sucede al subir en el ascensor con un vecino de pocas palabras que sólo sabe carraspear hasta que llegas (tú o él) a su piso. No es la primera vez que ofrezco una "juanola" para ver si se le pasa pero como suele ser puro teatro para hacer como que no te ven... Y mira que es difícil no verme a mi! ¡Qué mundo este...! Viva la contradicción. Aunque digo yo... y si era sordo el buen señor "antipático" y todo esto es un infundio? Sea como sea a mi, la situación, me hizo gracia.
Consejo culinario: Estáis hartos de freír y poner la cocina llena de grasa? Pues poneros a utilizar el horno: fuente refractaria (o de silicona) filetes de ternera, de pollo o chuletas de cerdo que podéis acompañar de tomates, manzana cortada en gajos, pimientos.... sal, pimienta y un poco de buen aceite de oliva por encima de todo ello. Si ponéis el horno fuerte, prácticamente se hace mientras ponéis la mesa y coméis el primer plato.

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