lunes, 23 de marzo de 2009

MAGIA

No se porqué, siempre he creído en la magia. Vamos, desde que tengo uso de razón (ya se que los que me conocen dirán que lo de “mi uso de razón” es difícil pero se supone que tengo), o, mejor dicho, desde que tengo memoria. Según pasan los años, en vez de pensar que la magia dejó de existir hace tiempo, cada vez está más presente en mi vida. Por supuesto que no me refiero a la que pueda realizar David Copperfield y compañía, sino a todos esos sucesos de la vida cotidiana, y no tan cotidiana, que parecen salirse de lo normal y siempre por el lado bueno (lo siento, mi tostada, caso de caerse, siempre lo hace por el lado que NO tiene untada la mantequilla y la mermelada).  Hay personas mágicas, como hay ciudades o lugares mágicos. Y creo que no sólo mi vida, sino la de cualquiera, a poco que mire, está llena de sucesos mágicos porque eso significa para mi, por ejemplo, conocer en un momento determinado a una determinada persona en una determinada circunstancia; el clima que se crea cuando vamos, aunque sea en una excursión de un día, mi marido y yo en el coche (si llueve, la sensación es aún mejor); o el que se crea en algunas conversaciones especiales que he tenido con mis hijos; la sensación que me producen algunos lugares cuando entro  en ellos la primera vez y que, a veces, se reproduce cuando vuelvo; loa atardeceres del otoño y el invierno en tonos pastel o el vibrante rojo de los del verano. Eso y muchas cosas más han creado a mi alrededor burbujas de momentos mágicos y, en definitiva, de magia. Sin embargo hoy os quería contar otra historia: Hace años, cuando viajaba sola, fui a Praga en mis días de vacaciones. Me paseé por toda la ciudad y, por supuesto, atravesé en las dos direcciones el famoso “Puente de Carlos” por lo menos un par de veces. A la semana siguiente, de vuelta a casa, me encontré con una persona conocida que me preguntó si había estado en Praga porque me había visto en el Puente de Carlos. Qué raro! Yo no te vi!, le dije. Ah! Pues fue tal día a tal hora. Imposible, dije yo, porque me fui, exactamente, DOS DÍAS ANTES. Pues juraría que eras tu ¿no llevabas un pantalón de flores y una blusa roja? Pues si que tengo esa ropa y la llevé de viaje y me la puse en Praga pero te aseguro que ese día estaba de vuelta en Gijón. Se que ella no mintió (no tenía motivo), y puedo asegurar que yo tampoco miento. Cada uno que saque la conclusión que quiera.

Ah! No me puedo resistir y os voy a contar el detalle golfo del día: A mi marido, esta mañana, se le cayeron las gafas en el tazón del café con leche del desayuno. Y en esta casa, como la culpa no es soltera sino que va de mi mano, según él esas cosas sólo le pasan cuando está conmigo. Mucho se debió aburrir antes de conocerme!!!!

Consejo culinario: Va de remedio casero. Si quieres pasar un invierno-otoño-primavera sin catarros, lo mejor es que te tomes los nueve primeros días de cada mes una infusión de tomillo, por la mañana, a poder ser en ayunas. Si lo endulzas con miel, mejor que mejor.

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