jueves, 29 de enero de 2009

EL HIPO DE MI NIETO

A mi nieto le dió el hipo esta mañana. Ya se que no es ninguna novedad pero, de repente, me trajo a la memoria otro hipo. Ya se que los niños pequeños tienen hipo con frecuencia y no tiene importancia. Les suele pasar porque no controlan bien la respiración y, sobre todo, después de reirse un rato (si le haces "monerías" o cosquillas, mi nieto se troncha porque es muy risueño y vivaracho). En los adultos, suele ser más grave. Lo digo porque si la memoria no me falla, decían o eso contaba mi madre, que el Papa Pío XII murió de un ataque de hipo. No creo que fuera así. Más bien el hipo sería un síntoma de otra cosa pero, como no soy médico, no tengo ni idea. Bueno, en realidad lo que os quería contar es que a mi también me daba el hipo. De muy pequeña, no se, pero tendría yo unos catorce años y estando en Misa en el colegio, me dio un hipo horroroso. No me extraña porque yo era una niña muy buena pero las monjas sólo me reñían por hablar y, sobre todo, por reirme y algo de razón tendrían. Aquella mañana, seguro que alguna compañera de colegio me contó algo gracioso y estuve conteniéndome todo lo que pude porque basta que no te puedas reir para que te de la risa ciega. Por lo menos es lo que me pasaba y me sigue pasando cuando me encuentro en ese tipo de situaciones. No recuerdo de donde procedía la risa de esa mañana. Lo que si recuerdo perfectamente es el ataque de hipo. La Misa avanzaba y el hipo no se me quitaba. Total que llegó la hora de ir a comulgar y yo, ni corta ni perezosa, allá fuí toda pía. Íbamos en fila india, de una en una (por eso ni las monjas ni mis compañeras se enteraron de que la culpa del percance la había tenido yo) y justo cuando me pongo delante del cura, que debía de ser el capellán de turno del colegio, y abro la boca para que me de la Comunión, lo que yo dí fuè el hipo más horroroso que recuerdo haber dado en mi vida. Al cura, del susto, se le cayó la hostia al suelo y mientras él se agachaba a recogerla, yo, sin decir ni mú (ya había dicho bastante!) me marché a mi sitio como si nada. Bueno, como si nada, no. Llena de "recogimiento" como se decía entonces de manera bien cursi. Eso si, es el día de hoy que todavía siento vergüenza cuando me acuerdo ¡y mira que pasaron años!
Consejo culinario:Hoy, más que consejo, es una receta rápida para un postre la mar de bueno. En el mismo cuenco o bol, de cristal preferentemente, donde lo vayas a servir, echas la piña de una lata grande (800 g) con su jugo, el contenido de una lata de leche condensada  de tamaño normal (300 g), el zumo de un limón mediano y la ralladura de dos. Se bate todo bien con una batidora (no te preocupes si queda demasiado líquido porque al enfriar espesa) y se mete en la nevera, como mínimo, un par de horas. Se puede acompañar con unos bizcochos de soletilla o con cualquier tipo de galleta hojaldrada.

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