jueves, 15 de enero de 2009

DALE QUE TE PEGO ... Y "PA" NADA!

Aquí estoy instalada con mi nuevo ordenador más contenta que un niño con zapatos nuevos. Por cierto, esta famosa frase no tengo ni idea de dónde salió. Me acuerdo perfectamente de que, cuando de pequeña me compraban zapatos, generalmente me hacían daño: zapato que me molestaba en la zapatería, zapato que me hacía daño todavía a la hora de tirarlo. No, no, llévele esos a la niña que dan de si. ¿Que dan de sí? Y una porra. Lo malo es que mi madre picaba y yo, que entonces era un encanto de niña y no protestaba por no molestar, ni pío decía y me aguantaba con aquellos zapatos (sí, guapísimos, preciosos pero un coñazo) hasta que se rompían o me crecía el pie en exceso. Porque el daño no era porque fueran pequeños. No. Eran de mi número pero la horma... Ay, la horma! debía de estar diseñada por el enemigo. Y se que no soy la única pues más gente conocida y próxima a mi, opina y recuerda lo mismo, así que lo de los zapatos nuevos y los niños debe ser una leyenda urbana, como tantas. No se de qué me extraño porque hay que ver ahora qué zapatos gasta el personal que si se cae de los tacones se mata. Claro, ves en las revistas o en la tele a unas señoras estupendas con unos taconazos de mareo y luego ves en las calles de tu ciudad al personal imitando todos esos lujos en barato, así que van casi todas escoradas porque los tacones se tuercen y no se cómo son capaces de dar dos pasos. No se dan cuenta que las señoras estupendas que aparecen todas glamurosas sólo se ponen los tacones para estar un rato en una fiesta. No caminan por la calle con ellos, ni salen a hacer recados recorriendo la ciudad a la búsqueda del saldo más ventajoso ni a recoger a los niños al colegio o, simplemente, de paseo más o menos largo, ya que van en coche (a veces hasta con chófer) y, por lo tanto el transporte es puerta a puerta. Además estoy segura de que debajo del asiento llevan unas cómodas francesitas (también conocidas por manoletinas y bailarinas) que se calzan antes y después de entrar y salir de esos saraos. En fin, que ya me he vuelto a perder. Pues os estaba contando que, al final, tuve que cambiar de ordenador y, OH, Milagro! viene con Windows Vista incorporado que, a decir de los entendidos en informática, debe ser algo así como el maligno de la cibernética. Bueno, a mi me gusta experimentar y no se a qué viene tanto alboroto. Es verdad que al principio no me aclaraba ni con los mensajes, ni con la libreta de direcciones pero en estos dos días (aunque tengo poco tiempo porque el nieto está de comérselo y, sobre todo, de no perderse ni un gesto aunque sea de furruño) empiezo a pescarle la vuelta y verle las ventajas que, alguna tiene. Ya os iré contando la experiencia porque pienso seguir pegándome con él y, por supuesto, pienso ganar yo. Lo malo es que tantos años con el XP, una acaba cogiéndole cariño o quizá yo sea cariñosa en exceso porque le cojo cariño hasta a la cebolleta de la ducha si lleva tiempo conmigo (alguna cebolleta me cayó gorda en su día y me alegré cuando se estropeó pero no me suele pasar). Así que ya sabéis, no hay que tener miedo de experimentar cosas nuevas EN NINGÚN TERRENO que nunca es tarde.
Consejo culinario: Hace unos días os di un consejo sobre la clara de huevo y las quemaduras. Pues una amiga mía que parece que tiene el humor de leer este blog, me mandó un correo dándome un tirón de orejas por no mencionar la miel. Si. Tiene razón. El tarro de miel no tiene que faltar en ninguna cocina por sus variadísimas propiedades. Hoy sólo me referiré a las quemaduras: Si te quemas, primero enfriar debajo del grifo del agua fría, tal y como os dije, y luego, embadurnar la zona con abundante miel. Se puede tapar con una gasa estéril para no ir pringando todo por la casa (o, si tienes perro, evitar que te da enormes lametones en la zona afectada) y, para no usar esparadrapo, se sujeta con una especie de tubo elástico que se llama "malla tubular" y que lo venden en las farmacias.

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